El árbol que crece en cada uno de nosotros
El árbol que crece en cada uno de nosotros
Aún como semillas, los árboles inician su camino extrayendo del suelo agua y nutrientes para su propio sustento. Bajo condiciones favorables, a medida que se desarrollan, expanden sus raíces y se afirman, como si reconocieran, en esa tierra, lo necesario para su crecimiento. En la superficie, revelan el tallo y las primeras hojas. Perciben —por debajo o por encima de ese pedazo de suelo— que no están solos; a su lado hay otros árboles, también en pleno desarrollo.
Sintiendo la semejanza del proceso en el que viven, se comunican por las raíces, intercambiando nutrientes y señales. Y cuando surgen las llamadas hojas “verdaderas”, realizan la fotosíntesis: la transmutación de energías que les permite crecer.
Es en este medio construido por el trabajo, el compartir y la cooperación, donde cada árbol alcanza su propio tamaño: algunos más frondosos, otros más esbeltos, pero todos ascienden hacia los cielos.
En ese camino, comienzan a ofrecer sombra fresca, frutos e incluso abrigo a otros seres vivos que, nutridos y protegidos, encuentran allí un espacio para hacer morada y desarrollarse —hasta que, un día, ellos también contribuyan, a su vez, con otras formas de vida. Un ciclo armonioso y justo que se repite en la flora, la fauna y, por qué no, también en el ser humano.
Cada uno, al ser nutrido, acogido e incentivado a crecer, aprende a nutrir, a acoger y a hacer crecer —o, al menos, tiene la oportunidad de aprender.
Por analogía, tal vez podamos considerarnos nosotros, los participantes de PRÓ-VIDA, como semillas en una Tierra donde encontramos, aquí en el Movimiento, el fundamento necesario para nuestro crecimiento y, en el conocimiento dejado por grandes mentes, el alimento que nutre e impulsa nuestro desarrollo mental y espiritual rumbo a algo mayor: un Mundo Mucho Mejor.
Al igual que los árboles, en ese caminar encontramos semejantes a nuestro lado, a quienes llamamos amigos. Con ellos nos juntamos, compartimos procesos y trabajamos en cooperación. Cuanto más convivimos y accionamos el conocimiento, más ampliamos nuestra conciencia y, naturalmente, sentimos el deseo de ofrecer algo de nosotros mismos para llevar adelante las enseñanzas que nos condujeron hasta aquí y que, lo sabemos, llevan a la felicidad.
¿Y cómo se acciona ese deseo? También a través de las actividades y frentes de trabajo de nuestro Movimiento, en todo el planeta, en los modelos presencial, telepresencial u online. Se trata de combinar posibilidades para crear oportunidades.
Y no podría ser diferente: al fin y al cabo, se trata de algo que no se limita a la forma tridimensional ni tecnológica. En realidad, utilizamos esas herramientas para atender las necesidades que se presentan. Se trata de llevar oportunidades para que las personas puedan sentir la nueva dimensión creada por la filosofía del Dr. Celso.
Un conocimiento que podrá ser el alimento que hará germinar semillas y, si ellas así lo permiten, transformarlas en árboles maduros, capaces de producir hermosas flores, buenos frutos y, quién sabe, dar origen a otras semillas, contribuyendo a la continuidad del ciclo de la vida. ¡Hasta las alturas!