

Circular de Septiembre de 1981
Circular de Septiembre de 1981
Juan era un basurero diferente. Su presencia ya se hacía notar por la ropa que usaba: era limpia. Juan, en su sabiduría popular, decía que lo externo es el reflejo de lo interno. Era de una familia tradicional de basureros, en la que el padre, Don Alvino, se enorgullecía cada vez que nacía un hombre en la familia, porque en aquellos tiempos solamente los hombres podían ser basureros.
Juan era uno de ellos. En sus andanzas por las calles de la ciudad, se presentaba siempre sonriente, compenetrado y feliz, pues sabía, por conocimiento tradicional, que siempre alguien debería recoger la basura de las actitudes humanas. Consideraba honroso ese trabajo, pues sabía que solo los evolucionados pueden reconocer la basura. ¡Los otros son solo inocentes hacedores de basura!
Juan no se casaba porque las mujeres de su época no lograban ver riquezas en los reconocedores de basura, basureros, y tan solo en los hacedores de basura.
Le gustaba estar cerca de grupos, porque sabía que más tarde o más temprano entrarían en discusión y, entonces, sobrarían muchos pedazos de papeles revoloteando por el aire, tales como palabras calumniadoras. Intentaba recoger tan rápido como fuera posible estos pedazos y guardarlos en su silencio, pues sabía que si no actuaba rápidamente, el mal se esparciría.
“Limpiar, limpiar, limpiar” era su lema, pues creía en un mundo limpio.
Juan murió y fue enterrado en una esquina sucia. Está en el aire, flotando hasta hoy su Esperanza, que, como él decía, “depende de usted”.
¿Cómo va su Mente?