Francisco
el Hombre del Segundo Milenio
«Cuando no haya nada más que decir, silénciate.
Cuando no haya nada más que hacer, permítete simplemente ser, simplemente estar.
Quédate en compañía de tu corazón, y él te indicará el momento apropiado para actuar.
Cuando la lentitud de los días acomode tu voluntad, enlazándote con los nudos de la intranquilidad,
descansa y recarga tu energía. ¡No hay apuro!
La prioridad es que vuelvas a encontrar tu esencia,
para que tengas presente en vos la alegría de ser y estar.»
Francisco de Asís
Francisco de Asís, en realidad, no se llamaba “Francisco” ni su apellido era “de Asís”. Cuando nació, su padre, Pietro Bernardone —hombre muy rico, comerciante de telas lujosas— estaba de viaje, y entonces la Sra. Picca, su madre, le puso el nombre de Giovanni. Sin embargo, cuando su padre regresó, decidió cambiarle el nombre por Francisco, para agradar a sus importantes clientes franceses.
Francisco nació el año 1181 o 1182 (no se sabe con certeza), en un pequeño establo ubicado en la planta baja de la casa donde vivían sus padres: su madre no tuvo tiempo de subir las escaleras. Y falleció el 3 de octubre de 1226.
Tuvo una infancia y una juventud como la de los jóvenes de su época, disfrutando de la riqueza familiar. Durante una guerra contra la ciudad de Perugia, fue llamado a luchar y lo capturaron, permaneciendo en prisión durante bastante tiempo. Allí conoció a un tal Leone, prisionero político-religioso —no el mismo Fray León que más tarde se convertiría en su querido discípulo. A través de ese Leone, Francisco conoció el Evangelio y las enseñanzas de Cristo.
Francisco nació el año 1181 o 1182 (no se sabe con certeza), en un pequeño establo ubicado en la planta baja de la casa donde vivían sus padres: su madre no tuvo tiempo de subir las escaleras. Y falleció el 3 de octubre de 1226.
Tuvo una infancia y una juventud como la de los jóvenes de su época, disfrutando de la riqueza familiar. Durante una guerra contra la ciudad de Perugia, fue llamado a luchar y lo capturaron, permaneciendo en prisión durante bastante tiempo. Allí conoció a un tal Leone, prisionero político-religioso —no el mismo Fray León que más tarde se convertiría en su querido discípulo. A través de ese Leone, Francisco conoció el Evangelio y las enseñanzas de Cristo.
Leone – ¡Mira todo con los ojos del corazón!
Francisco – ¿Y cómo hago para mirar con los ojos del corazón?
Leone – ¡Tienes que amar todo lo que ves!
Francisco – ¿Aunque lo que vea sea sucio, sea maldad?
Leone – ¡Pone amor en todo lo que mires!
Cuando salió de la cárcel, Francisco volvió a casa muy enfermo. Al recuperarse, cambió por completo su forma de vida. Creía que todos debían vivir como enseñó Cristo: en la pobreza, sin vanidades ni lujos, practicando la bondad y el amor. Comenzó a vivir entre los mendigos —como uno más de ellos— y ayudando a todos.
Un día, cuando estaba en la iglesia de San Damián, semidestruida por las guerras, escuchó la voz del Crucifijo que estaba en el altar y le dijo:
“¡Francisco, ve y reconstruye mi Iglesia!”
Entendió que se trataba de reconstruir físicamente esa iglesia, y empezó a hacerlo. Pero pronto comprendió que la propuesta era otra muy distinta. Entonces comenzó a predicar el Evangelio a todos. Fue entonces cuando muchos empezaron a criticarlo, diciendo que no podía predicar de esa manera. Preguntó entonces quién podía autorizarlo, y le dijeron que solo el Papa podía aprobar esa conducta.
Cuando salió de la cárcel, Francisco volvió a casa muy enfermo. Al recuperarse, cambió por completo su forma de vida. Creía que todos debían vivir como enseñó Cristo: en la pobreza, sin vanidades ni lujos, practicando la bondad y el amor. Comenzó a vivir entre los mendigos —como uno más de ellos— y ayudando a todos.
Un día, cuando estaba en la iglesia de San Damián, semidestruida por las guerras, escuchó la voz del Crucifijo que estaba en el altar y le dijo:
“¡Francisco, ve y reconstruye mi Iglesia!”
Entendió que se trataba de reconstruir físicamente esa iglesia, y empezó a hacerlo. Pero pronto comprendió que la propuesta era otra muy distinta. Entonces comenzó a predicar el Evangelio a todos. Fue entonces cuando muchos empezaron a criticarlo, diciendo que no podía predicar de esa manera. Preguntó entonces quién podía autorizarlo, y le dijeron que solo el Papa podía aprobar esa conducta.
Entonces reunió a algunos hermanos y fueron al Vaticano. Allí, recibidos por el secretario, fueron informados de que el Papa no tendría tiempo para recibirlos. Sin embargo, el secretario le comentó al Papa que un grupo de jóvenes mendigos quería hablar con él, pero que los había rechazado.
En esa época, la Iglesia atravesaba una crisis interna, y esa noche el Papa tuvo un sueño: soñó con la imagen de una iglesia que se derrumbaba, pero que permanecía sostenida solamente por los hombros de un mendigo. Entonces mandó llamar a esos mendigos. Y les preguntó qué deseaban.
Francisco respondió que quería vivir según lo que dijo Jesús: en la pobreza, predicando el Evangelio, y que necesitaba su autorización. El Papa le pidió que presentara una prueba de que eso era realmente lo que querían hacer.
Francisco no sabía qué presentar, y esa noche tuvo un sueño: había un reino donde el rey tenía muchos hijos con la reina, pero también tenía hijos con su amante, una mujer pobre que vivía fuera del castillo. Un día, la amante le dijo que sus hijos debían tener los mismos derechos que los otros. El rey entonces acogió a todos.
Y se lo contó al Papa, quien inmediatamente comprendió —y le dio la autorización. Francisco entonces comenzó a difundir ejemplos de bondad, humildad, fortaleza, comprensión y amor al prójimo.
Vivía completamente integrado con la Naturaleza: con los animales, con los vegetales e incluso con los minerales.
Entre los muchos episodios extraordinarios de su vida integrada, el caso del rosal es especialmente conmovedor. Se cuenta que, cierto día, atormentado por un mal pensamiento, se sintió indigno y merecedor de penitencia. Se quitó la túnica y se arrojó sobre un rosal cercano a la capilla de la Porciúncula, esperando que las espinas lo lastimaran.
Sin embargo, sucedió algo sorprendente: al tocarlo, el rosal perdió todas sus espinas. La Naturaleza reconoció la bondad y la pureza de ese Ser, profundamente conectado a Ella. Desde entonces, ese rosal florece sin espinas.
Francisco realizó innumerables milagros, y es reconocido por muchas personas como uno de los grandes seres que han pasado por la Tierra en los últimos 6 mil años. Casi 800 años después de su muerte, entre tantos nombres importantes de la Historia, Francisco fue elegido el Hombre del Segundo Milenio por la revista estadounidense Time.
Vivía completamente integrado con la Naturaleza: con los animales, con los vegetales e incluso con los minerales.
Entre los muchos episodios extraordinarios de su vida integrada, el caso del rosal es especialmente conmovedor. Se cuenta que, cierto día, atormentado por un mal pensamiento, se sintió indigno y merecedor de penitencia. Se quitó la túnica y se arrojó sobre un rosal cercano a la capilla de la Porciúncula, esperando que las espinas lo lastimaran.
Sin embargo, sucedió algo sorprendente: al tocarlo, el rosal perdió todas sus espinas. La Naturaleza reconoció la bondad y la pureza de ese Ser, profundamente conectado a Ella. Desde entonces, ese rosal florece sin espinas.
Francisco realizó innumerables milagros, y es reconocido por muchas personas como uno de los grandes seres que han pasado por la Tierra en los últimos 6 mil años. Casi 800 años después de su muerte, entre tantos nombres importantes de la Historia, Francisco fue elegido el Hombre del Segundo Milenio por la revista estadounidense Time.
Vivía completamente integrado con la Naturaleza: con los animales, con los vegetales e incluso con los minerales.
Entre los muchos episodios extraordinarios de su vida integrada, el caso del rosal es especialmente conmovedor. Se cuenta que, cierto día, atormentado por un mal pensamiento, se sintió indigno y merecedor de penitencia. Se quitó la túnica y se arrojó sobre un rosal cercano a la capilla de la Porciúncula, esperando que las espinas lo lastimaran.
Sin embargo, sucedió algo sorprendente: al tocarlo, el rosal perdió todas sus espinas. La Naturaleza reconoció la bondad y la pureza de ese Ser, profundamente conectado a Ella. Desde entonces, ese rosal florece sin espinas.
Francisco realizó innumerables milagros, y es reconocido por muchas personas como uno de los grandes seres que han pasado por la Tierra en los últimos 6 mil años. Casi 800 años después de su muerte, entre tantos nombres importantes de la Historia, Francisco fue elegido el Hombre del Segundo Milenio por la revista estadounidense Time.
“Prediquen el Evangelio en todos los lugares, todo el tiempo. Si es necesario, usen palabras.”
Bibliografia
Tommaso da Celano, Vita Prima – Edição 1972
Bonaventura da Bagno Reggio, Legenda Maior – Edição 1972