El Mito de
la Caverna
de Platón
«Considera ahora lo que les sucederá, naturalmente, si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia.»
(La República, p. 187)
Platón, filósofo griego, escribió su obra La República, considerada un hito, entre los años 380 y 370 a.C., en el período de su madurez.
La obra está dividida en diez partes, y en el Libro VII se encuentra el objeto de nuestra reflexión: el Mito de la Caverna.
Se trata de una de las metáforas más poderosas concebidas por la filosofía, escrita hace más de 2.300 años, que describe la eterna búsqueda de la humanidad por la verdad universal. Ha inspirado —y sigue inspirando— innumerables reflexiones, pues reúne los fundamentos más importantes del pensamiento filosófico de Platón, a través de los cuales conquistó su identidad histórica.
En el Mito de la Caverna, el diálogo ocurre entre Sócrates —personaje principal de toda la obra La República— y Glaucón, personaje inspirado en el hermano de Platón.
Mito de la Caverna
Platón comienza el mito con las palabras de Sócrates, quien le pide a Glaucón que haga uso de su imaginación:
– Sócrates – “Ahora imagina cómo es la situación de nuestra naturaleza en relación con la educación y la ignorancia. Imagina a unos hombres en una morada subterránea, con forma de caverna, cuya entrada está abierta a la luz; estos hombres han estado allí desde la infancia, con las piernas y el cuello encadenados, de manera que no pueden moverse ni ver más que lo que tienen delante, pues las cadenas les impiden girar la cabeza.” (La República, p. 187)
En tal condición, estos hombres se veían obligados a mirar solamente una pared frente a ellos, en el fondo de la caverna. La luz que les llegaba provenía de una hoguera situada detrás y por encima de ellos, en una pendiente. Entre ellos y la hoguera había un pequeño muro, como una pantalla que oculta a las personas cuando hacen un espectáculo de marionetas, y sobre la cual aparecen las sombras de los muñecos.
A lo largo del camino, unos hombres transportan estatuillas que se proyectan sobre el muro. Algunos de ellos hablan y otros permanecen en silencio.
En esa situación, los hombres encadenados solo ven las sombras de sí mismos y de sus compañeros de prisión, proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que tienen delante. Así como también creían que las sombras de los objetos y figuras que pasaban detrás del muro eran reales.
Con el eco producido en la caverna, ellos creían que los sonidos que oían provienen de las sombras que pasaban delante de ellos.
Sucede que uno de esos prisioneros, curado de su ignorancia, se ve libre de las cadenas y comienza a caminar hacia la luz. Sus ojos se deslumbran y no logra distinguir los objetos de sus sombras, lo que le causa confusión. Desvía la mirada para volver a las cosas que antes podía ver, que para él eran más verdaderas.
Enfrenta la pendiente empinada y áspera, y ya fuera de la caverna necesita tiempo para aclimatarse. Nuevamente, sus ojos se ofuscan por el brillo de la luz. Poco a poco se va acostumbrando: empieza a ver claramente las sombras de los objetos, luego las imágenes reflejadas en el agua y, por último, los propios objetos.
Primero, ve con mayor facilidad durante la noche los cuerpos celestes y el cielo, y solo después contempla el sol y su luz.
Concluye que es el propio sol quien origina las estaciones y los años, que gobierna todo en el mundo y es la causa de todo lo que antes veía con sus compañeros en la caverna. Pero decide volver:
– Sócrates – “Imagina también que este hombre regresa a la caverna y se sienta en su antiguo lugar: ¿no se quedará ciego por la oscuridad, después de haber abandonado repentinamente la luz del Sol?” (La República, p. 189)
Recuerda su antigua morada, la sabiduría que allí se profesa y a quienes fueron sus compañeros de cautiverio, y se lamenta por los que allí permanecen.
Al regresar a la caverna, se sienta en su antiguo lugar, con los ojos cegados por las tinieblas, pues se ha alejado de la luz del sol, de la claridad exterior.
Volver a acostumbrarse a la oscuridad nuevamente requiere un tiempo bastante largo, y eso hace que los demás se rían de él y digan que, tras haber subido, volvió con la vista dañada, por lo que no vale la pena intentar ascender. Y si intentara liberar a alguien y llevarlo hacia lo alto, ese alguien lo mataría si pudiera hacerlo.
Platón concluye el mito con Sócrates diciéndole a Glaucón que es necesario aplicar, punto por punto, esta imagen y compararla con el mundo en que vivimos.
Significación Metafórica
Platón utiliza la metáfora para describir la condición de la humanidad y la constante búsqueda del conocimiento en el camino evolutivo.
El lenguaje de los mitos es simbólico: todo tiene un significado. Al atribuir valor simbólico a la imagen y al mito como complemento del logos (razón), Platón sugiere el análisis de todas las imágenes, personajes y figuras, proponiendo comparar el mundo en que vivimos con la vida de prisión en la caverna.
Al invitar al interlocutor a imaginar la escena, Platón lo llama a recorrer el camino, comenzando por el reconocimiento de quién es dentro de la caverna, identificando si las cadenas —impuestas por el entorno o autoimpuestas— lo mantienen encadenado.
Muestra que, en tal condición, el prisionero tomará como realidad solo las sombras imperfectas de las imágenes proyectadas y controladas por los amos de la caverna. La falta de conocimiento lo condiciona a ser dominado por el sentido común, a vivir en un mundo ilusorio, limitado a una caverna oscura, creyendo que eso es lo real.
El filósofo aclara que salir del cautiverio requiere esfuerzo, pues el trayecto es largo, empinado y arduo, pero posible para todos. Es necesaria el coraje para romper las ataduras, superar las sombras y dirigirse hacia la luz, vencer la cuesta empinada, aclarar la visión y contemplar el sol.
Una vez conquistada la libertad, se tiene ante sí la posibilidad de vivir en un mundo nuevo o, entonces, regresar a la caverna y ayudar a aquellos que aún se encuentran aprisionados en la ignorancia.
Platón explica cómo se da la subida hacia la región exterior, superior y luminosa:
“No será, ciertamente, un simple juego, rápido y fortuito. Se tratará de operar la conversión del alma de un día tan tenebroso como la noche hacia el día verdadero, es decir, elevarla hasta el ser. Y a eso lo llamaremos verdadera filosofía.” (La República, p. 192)
Equipo de Artículos del Departamento Cultural
Referencias:
Platão. A República. Kiron, 2012.
Reale, G.; Antiseri D. História da Filosofia: Antiguidade e Idade Média. Paulus, 1990.
https://revista.provida.net/interno-gregos-2021/7/
https://revista.provida.net/interno-gregos-2021/23/